Después de un mar de gritos, protestas y cantos, el silencio se apodera de cada rincón del centro de Toluca. Madres, hermanas, amigas, compañeras y conocidas, una por una toma valor para manifestar su caso. Cada alma y corazón se abren ante el dolor y ante la ira. Después de cada testimonio, el alma desconsolada recibe un abrazo comunitario, lleno de calor, de fuerza, justicia y amor; en cada abrazo va implícito un, “Hermana, ya no estás sola”.